No es cómo lo dices, es “lo que dices”​ y cuánto sabes

Felipe Sepúlveda Arroyo
3 min readNov 3, 2020

Hace algunas semanas tuve el agrado de participar de una entretenida entrevista para los chicos del Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello; fueron dos videollamadas de zoom donde conté sobre mis inicios en la Publicidad, repasando cada episodio importante de mi meteórica — y rara — carrera, esa misma que me llevó de ser un “don nadie” que empezó a trabajar a los 28 años en la industria, a Director Digital de una reconocida agencia independiente nacional, y ahora socio fundador de mi propia agencia BOT. (www.bot.cl)

Fue fluido, ameno, respondiendo preguntas y hablando algunas cosas más de la cuenta; pero saben qué, al revisarla fue incómodo, me dio vergüenza verla, me pasó algo, eso que todos me callan estaba presente, una condición con la que he vivido desde los doce años aproximadamente, y que para mi nunca ha sido tema, la tartamudez o disfemia.

Es raro, porque todos apuntan que se trata de trastorno ligado al miedo, ansiedad, fobia social o al estrés, pero son variables que poco conviven con mi día a día, incluso las veces que he tenido para pararme frente a directorios de empresas nunca he sentido nada similar. Menos cuando era el “florero” del colegio, participando en todo evento posible, animando, representando al curso; carretes de universidad, reuniones con mis equipos, etc.

Pero de todos modos siempre he pensado que es un poco incongruente un comunicador tartamudo, una persona que vende asesorías de comunicación no ejerciendo un buen diálogo, si lo vemos desde una mirada estricta, pero como dije antes, para mí nunca ha sido tema.

Cuando entré a estudiar siempre busqué disimularlo, y les juro que me sale bien, hasta que entro en confianza, ahí la lengua se traba — dice mi otorrino que se puede deber al ancho de mi lengua — busco mentalmente palabras que sé que no se pegarán, pero vuelvo a hacerlo, y repito y repito sin parar ciertas uniones de palabras que me ha costado identificar. Pero es en vano. A veces me gustaría cantar las presentaciones, ya que es una de las formas en que el trastorno no sale a flote.

De todos modos, vivir con algo así es raro, no es nada del otro mundo, pero genera una pequeña pared cuando sucede, ya que es algo que nadie te critica, nadie te lo dice — u omiten por respeto — pero sabes que lo piensan, sus miradas al estar pegado, su incomodidad. Pero no me molesta en lo más mínimo — más que la vergüenza de verme o escucharme — porque sé que lo que expongo cuando hablo con clientes es “saber”, es traspasar experiencia y horas de vuelo en en lo que hago y amo para mejorar en lo que se pueda sus acciones, con sus campañas, marcas, productos o servicios; y eso lo valoran, incluso una clienta con años de carrete hace poco me dijo “ustedes han sido la mejor agencia que he tenido en toda mi carrera”; y sé perfectamente que eso no hubiese sido posible si no hubiese puesto la frente en alto desde el primer día que decidí ser comunicador con este trastorno.

Al final da lo mismo la forma en que lo dices, es lo que dices lo importante, y cómo llegaste a eso, de ser feliz con lo que haces a pesar de los baches del camino; un camino que muchas veces me cuesta más que los normales explicar.

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Felipe Sepúlveda Arroyo

Publicista integral, emprendedor, con amplia experiencia en Marketing Digital, liderando equipos y estrategias de marcas por más de 10 años. Director en BOT.cl